Cuando era niño, todas las tardes
nos juntábamos en la plaza del barrio unos veinte chiquillos. Unos diez eran “Mayores”,
tendrían entre 10 y 13 años, y la otra mitad tendría de 5 y 9 años. Yo estaba
en el grupo de los “Pequeños”. Ahora recuerdo cada momento de aquellas tardes
de juegos de forma especial, pero ocurrió una situación que me llamó
especialmente la atención.
Todo ocurrió el 24 de junio de
1984, día de San Juanito, en una localidad de la provincia de Salamanca. Durante ese día era costumbre que los niños construyéramos casetas de madera para
decorarlas con globos y demás cachivaches, pidiéramos dinero por las calles,
con el correspondiente platito para que los mayores depositaran algunas pesetas
después de pedirles “una pesetita para San Juanito” y, por la tarde, después
del agotador día de trabajo, acudíamos a un ultramarino (antes no habían supermercados),
y comprábamos la merienda, que posteriormente era devorada en las respectivas
casetas. Hasta ahí todo bien.
Resulta que ese año se levantaron
dos casetas en el barrio: una de los Mayores, y otra de los Pequeños. Todo iba
estupendamente, hasta que, por la tarde, los Mayores nos propusieron la idea de
juntar nuestro dinero con el suyo, encargándose ellos de hacer la compra, para
rato después juntarnos en la plaza, hacer una merendola y disfrutar de tan
estupendo día. Desde aquí les tengo que decir que ¡esa tan estupenda merendola
nunca llegó y ese día ya no fue tan estupendo!
¡Se formó el conflicto en el barrio! Evidentemente los Pequeños
fuimos engañados por nuestros amigos los Mayores. Pero ahí no quedó la cosa.
Los Pequeños, nos dimos cuenta de la jugada y algo enfurecidos nos acercamos
sin complejos a los Mayores, exigiéndoles parte del “Botín”.
Todas nuestras negociaciones
fueron desestimadas por los Mayores, que nos amenazaban con el arma más potente
de aquella época: un Alfiler. Sí, con esa arma fueron explotando los globos de
nuestra maravillosa caseta y su fuerza física hizo el resto. ¡Nos quedamos sin
caseta, sin globos, sin dinero y sin merienda!
Fuimos agredidos por los Mayores que
hicieron uso de su superioridad, de sus mayores conocimientos en "tácticas de
negociación" y de su fuerza. Aunque concretamente sólo nos agredió un miembro de los Mayores, pero el resto de su grupo no hizo nada para contradecirle, el resto no quiso ver, oir y cayó su voz.
Voces que si se hubieran escuchado, habrían conseguido derrocar la idea del individuo agresivo, consiguiendo de esa forma que todos, Pequeños y Mayores, merendásemos en Paz. Aunque por suerte, fue cosa de un solo día y nunca
hubo rencores por ninguno de los dos "bandos".
Todos podemos pensar que eran
cosas de niños, pero esa misma conducta
“infantil” o de “crios” como dirían algunos, si no es corregida a tiempo, hay
mucha probabilidad de que se repita años más tarde por los mismos agentes
agresores. Es decir, que si no se corrige la conducta agresiva, al principio
diremos que es cosa de niños, luego en la adolescencia, que es normal porque
están en la edad “del pavo” y finalmente, como no se ha corregido diremos que
es un individuo con morro, chulo o agresivo. Y desde aquí les comento que
sobran individuos de ese tipo.
Y este tipo de conductas sucede
más de lo que la gente se imagina: como todos podremos comprobar, suele haber
un compañero de clase o de trabajo que es objeto de burlas, de las gracias o
abusos de los demás y quizá el que encabece la agresión no suele ser el que
mejor notas saque en clase ni el que mejor trabaje en la empresa, pero sí es
uno de los que tiene Poder, como podremos comprobar posteriormente.
Entonces ¿por qué generan esta situación de Abuso, de Agresión, de querer vencer
sobre el otro?
Uno de los factores que más influye
al ser humano es estar un ambiente competitivo. Se ha demostrado que cuanto más competitivo sea o se perciba que sea el ambiente,
mayor probabilidad de que se produzcan este tipo de situaciones de agresión. (Indico que en el día de San Juanito se
competía por tener la mejor caseta y el mayor “Botín”). No hay que olvidar que la agresión surge
también en ambientes en los que hay escasez de recursos. (Y quizá los Mayores
habrían conseguido menor dinero, pero eran conscientes que juntándolo con el nuestro aumentaban sus
recursos considerablemente).
Fíjense que este suceso lo califo como agresión, de los mayores hacia los Pequeños, y no exagero, porque por agresión en Psicología se
entiende que es “cualquier forma de conducta dirigida a dañar
o injuriar a otro ser vivo” (Baron y Richardson, 1997). Y la Intención
de dañar es, sin duda el elemento central de la definición.
En ese sentido la intención de dañar nace porque el que agrede verbal, no verbal o
físicamente adquiere Poder (al
principio sin ser conscientes, pero posteriormente saben lo que hacen) y los
que siguen al agresor se contagian de dicho poder, todo en detrimento del
agredido y amigos del agredido. E incluso se puede observar cómo las personas
que hasta ese momento eran tus amigos se pasan al lado contrario, porque allí
no son agredidas (en San Juanito, por continuar con el ejemplo, hubo algunos
pocos que se cambiaron de bando).
Pero para que se consolide esta situación de Agresión hacen falta los
siguientes elementos:
1) Ambiente
competitivo, como decíamos anteriormente. Un ambiente en el que se premie
al que gane o venza y no al que comparte o ayude.
2)
Que exista alguien
o algunos que sean minoría y, por
ello, presenten alguna diferencia, por
pequeña que sea, en el hablar, vestir, pensar, color de la piel, sexo, edad,
tendencia sexual, etc. (Recuerden las palabras de
la Neurobióloga Louann Brizendine,
vistos en artículos anteriores, en las que se indica que la sociedad, se basa en las mínimas diferencias entre ambos
sexos y las convierte en máximas o contrarias para justificar así la
inferioridad de la mujer o del hombre en algunas profesiones). Y eso mismo
ocurre si un alumno en clase es minoría, ya que el resto podrá usar las
diferencias, por mínimas que sean, para agrandarlas y tener poder sobre él.
3)
Que la agresión
sea reiterada en el tiempo. Que se produzca diariamente o cada vez que vean
a la persona objeto del abuso, sino estaríamos hablando de una broma pesada.
4)
Que con el paso del tiempo, el resto de actores (compañeros del agresor) minimice la gravedad del suceso. Hasta digan comentarios como “es
que se lo estaba buscando” o “se lo tiene merecido”, refiriéndose al agredido.
Y es aquí, cuando quiero hablarles
de La Espiral del Silencio: la agresión
pública y silenciosamente tolerada.
Noelle-Neumann 1906-2010 |
Esta
es una teoría muy utilizada en Psicología, que fue acuñada por la
Politóloga Noelle-Neumann en 2003 y viene a decir lo siguiente: “es el proceso por el que la no intervención
y el silencio de los observadores de las agresiones o actos violentos son
interpretados como señal de conformidad, de modo que lo que es sólo opinión de
una parte llega a ser considerado como una manifestación de aceptación generalizada.
Esta situación, cuando se produce de forma sostenida, dificulta cada vez más la
expresión de posiciones contrarias a este tipo de acciones”. (Elena Gaviria
y otros).
En otras palabras, es el proceso
por el que alguien comienza una conducta o acción que perjudica a otro/s y el
resto de oyentes no reacciona ante esta inadecuada conducta, por miedo o por no querer discutir. De este modo el
agresor percibe que su conducta no es rechazada o criticada por el resto y de
esta forma volverá a realizar ese incorrecto comportamiento, que a la larga se convertirá
en costumbre o norma social. De esta forma, el agresor se combierte en un líder negativo y “la victima pierde la esperanza de contar con apoyo social, el agresor
persiste en su conducta” y el resto “va
desarrollando estrategias de afrontamiento, que pasan por evitar verse
comprometidos (evitan el contacto con la víctima) y dar señales pasivas o
activas de simpatía hacia los agresores (justifican sus acciones, minimizan lo
ocurrido, participan en actividades con ellos)”, se alían con el enemigo activa o pasivamente (Elena
Gaviria y otros).
Por todo ello hay que tener en
cuenta que:
- Ojo con los ambientes competitivos pues favorecen la agresión. Competitividad sí, pero sin olvidar que hay que reforzar de la misma manera las conductas de Ayuda y Compañerismo. (Recuerden lo que sucede en los partidos de fúbol y la insistencia de un fair play).
- Estas conductas agresivas no son cosas de niños, porque si no se corrige, el futuro adolescente tiene todas las papeletas de convertirse en un compañero que realice bullying en la escuela o posteriormente cuando sea adulto, mobbing en el trabajo. Y hasta consideran que es algo normal, pues tienen bajo índice de empatía.
- Que la conducta agresiva no sólo se refleja en agresiones físicas o verbales, sino también en no dejar que el resto del grupo opine, participe o genere nuevas ideas.
- Que las personas agresivas imponen y persuaden para que se mantenga su criterio y en la mayoría de los casos no tienen tanta razón o no tienen los conocimientos suficientes para poder opinar.
- Que este tipo de conductas es propio de individuos que tienen déficit de Escucha Activa. Se aburren cuando no son ellos los que participan, monopolizan las tertulias y tienen escaso sentido del ridículo, porque no pueden ser ellos objeto de risa o bromas.
Finalmente queremos indicar que los padres en casa, principalmente, los
profesores en las aulas y los formadores en las empresas, deben reforzar mayoritariamente las conductas de trabajo en equipo y
colaboración y que no debemos echar la mirada hacia otra parte y decir que "no
se puede hacer nada" o "que ese niño es así" o "que ya sabes como es" porque sí se puede modular la conducta de las personas. Y no olviden que la mejor arma es no olvidar al sujeto que no genera conflictos, es decir, hay que reforzar positivamente a aquel niño, joven o adulto que sí
colabora, que sí ayuda a los otros. Y siempre predicar con el ejemplo.
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